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ISSN 1989-4163

NUMERO 136 - OCTUBRE 2022

 

El Sol de los Ciervos

(Aprendiz de crepúsculo es el destino)

Ramón Asquerino

«La expresión “el sol de los ciervos” alude en el habla popular a esa peligrosa fascinación por el ocaso: al sumergirnos en su calidez agónica nos volvemos vulnerables, tal y como ocurre con los venados en la hora crepuscular, cuando miran hacia el poniente como embelesados, sin medir la amenaza de los cazadores»: David Federico Uttermann.


«que el ciervo vulnerado por el otero asoma»
Cántico: Canción 12


«Y es de saber que la propiedad del ciervo es subirse a los lugares altos y, cuando está herido, vase con gran prisa a buscar refrigerio a las aguas frías»: Juan de la Cruz: Declaración, Canción 12.

«Entre las olas bajaremos a encontrar
nuestros nombres escondidos,
escindidos por la memoria, espumas en el desfiladero
de tus dientes que arrasan como ácidas caracolas»
Medusas de mutilados besos.

 

A mi bizantino amigo, doctor en aventuras del mundo, hombre sin hora, José Manuel Reyes Herranz



El zigurat de la luz se reclina
rendido por un horizonte de azucenas,
cuando el ciervo asoma por la fría huella del poniente
y despacio se ausenta el inmediato crepúsculo
de todos los dioses del día, inmolados
al aire de la ensenada de tu frente, y apunta
directamente al fascinante miedo de los ojos.
Y así, vulnerados, nos ponemos a tiro del cazador del Tiempo,
ese cierzo que sopla manchas en las manos,
tos, sed desesperada por sueños arrugados,
cenizas sacrílegas en la memoria oscura. Y nos ensarta.
Al mirar la indolencia del calendario,
recurrimos a borrar los espejos en harapos
y a no dejarnos fotografiar ni de puntillas;
somos el filo de los pobres deseos por el costado,
orilla de efemérides. El cuerpo exige
el pan integral de cada día, duro,
desaforadamente ya blando entre semillas,
mordido por el miedo entre dientes.
El Tiempo, ese cazador a poniente
—amigo José Manuel—,
nos abandona en la bocana de la frente,
en la árida estepa de los ojos,
vagamundos del inútil perfil tras una vida
inesperada, en cuclillas, al borde del abismo
crepuscular de la locura,
porque los besos se hallan gastados
de no usarlos, y el cauteloso mundo de las hadas
y las ansias son solo ya agotadas
palabras sin aliento y a poniente.
El sol de los ciervos te desafía
en esta aventura del mundo
que rodeas como un abrazo
intenso, bizantino, y llegar
sea el rincón donde te puedas ir más allá aún
hasta que el ocaso se arrodille
y te pida perdón por ser tan rápido.
El sol de los ciervos:
Aprendiz de crepúsculo es el destino.

 

 

 


 

 

Metálica

Playa Loberia. Isla de San Cristobal. Galápagos
(Fotografía de José Manuel Reyes)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
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